Todos los
senderos que te desnudan
permanecen
sordos, callados,
a la
hiedra de mi cuerpo
ante la
podredumbre de su propia nada
o de la
boca de la imaginación.
Se quedó
dormida la odisea del amor
como un fósil
de barro,
monedas
en el profundo cieno
donde
vive el poeta solitario,
cierra
las puertas de los pantanos
para que
la mariposa verde
fatigada
y cansada acaricie
todo lo
que fuiste
y todo lo
que aún serás.
Sueño que
te veo, poeta,
chorreante
de relámpagos
tendido
sobre el lecho
donde te
has dormido,
preso en
un fuelle de cristal.
Quiero verte
saltar a la cuerda,
resurgir
de la espesa niebla
que sube
de la tierra
arrebatado
de tu última vacilación.
Coge el
frente blanco, derrama letras,
intercambia
el espacio de las estatuas de cera,
desciende
y respira en mi pensamiento
y déjate
ver en la balanza dorada y sensible
de una
rosa en vuelo,
semejante
a la lluvia que yo amo
y que la
tristeza de los analfabetos
no te
arrastre al silencio
de los
que no permiten soñar.
© Rafi
Guerra
Derechos registrados de autor.
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