Dulce
amanecer
que
embelesa las palabras
de una
historia que
ya no
puede ser.
Te
marchas,
abandonando
la vida,
mi vida,
el
atardecer,
que va
muriendo
entre
cabellos dorados,
caricias
sin piel.
Te perdí,
mi tierna
Elena,
ya no
acierto a comprender,
hay cosas
que no pueden digerirse
y
atraviesan la garganta
como
flecha envenenada
en las
mieles de un amor
perdido y
moribundo.
Hubo una
época
en que se
mantuvo florecido,
pero se
llenó de una anomalía incurable.
Fundido
como dúctil metal,
vi como
lloraba el árbol,
la
indiferencia de la piedra
y como
las margaritas
perdían
sus hojas,
una a
una,
desgarrándose
en cada caída.
©Rafi
Guerra
Derechos
registrados de autor.
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