La noche
camina
por la
vegetación carcomida de lo absurdo,
por la
tierra ascendente de bocas rugosas y severas
más
pobres que mi venganza.
El cuerpo
magullado por la tentación inhumana
de viejos
sables de amapolas
tan rojas
como la sangre que deambula
por las
rayas de su mano.
Hablemos
de otra cosa que no sea mezquindad,
que la
fatiga no atormente mi cabeza,
que las
fuentes de lágrimas prisioneras
aprendan
a fluir como agua de río que resbala
en un
mundo que ya no pesa nada.
Tu sueño
emplomado descansa
cual
peligro inmóvil al acecho
decorando
el rostro de la vida
con manos
y ojos de niña
y huellas
de dragón entre los dedos.
© Rafi
Guerra
Derechos registrados de autor.
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