Espejos
que anudan los reflejos,
sobre un
plato, mi alma,
ofrece
sueños que resbalan
por la
comisura de tus besos.
Rasgo el
silencio que aúlla,
remiendo
mis manos
y les
muestro las palabras.
Las
teclas rabiosas de un piano
muerden
los dedos,
clavan
las bocas.
Me siento
en el camino polvoriento.
Sale un
sol.
No hay
abrazos.
El vacío
está hueco.
No hay
nada.
Vacío.
Hueco.
Silencio.
Nada.
© Rafi Guerra
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